Yo estaba buscando cual estudiante que busca algo por hacer. Cual
estudiante que soy ahora porque cuando pienso en otros
estudiantes (como el estudiante que era yo durante el colegio) la
búsqueda estaba ocupada por una instrucción: el mandato
irrevocable de la tarea.
Ahora que me acuerdo de que creo -o creía, o creeré, o quizá no-
en lo imposible de toda búsqueda, me acuerdo también del
encuentro. Escribo que el encuentro es el remplazo de la
búsqueda hasta que me lo repito en voz alta: "El encuentro es el
el reemplazo de la búsqueda". Y no, no es lo que quiero decir. O
quizá quiero decirlo pero no estoy de acuerdo. Con lo que estoy
de acuerdo es con pensar que no se encuentra lo que se busca. Se
encuentran otras cosas, por muchas vías, pero no lo que se busca.
Aunque yo estaba buscando cual estudiante, lo que me encontré
no lo estaba buscando.
Me encontré los planos de una escalera en espiral. En los
planos ni era una escalera, ni estaba en espiral. Era un círculo con
un cuadrado y varios rectángulos inscritos que se repetía en los
planos del piso 1 y 2 de una casa vieja que hoy es un museo.
Imaginé entonces, como imaginé también la escalera, una
exposición en el museo en donde yo desplazaba la escalera a una
de las salas de exposición. Pero para desplazarla tenía que
sostenerla y para sostenerla sólo se me ocurría registrarla; que es
sostenerla en el tiempo.
Cuando desplacé del presente ese juego de la imaginación, se
quedó el deseo de desplazar el espacio-tiempo o lo que sea eso
que sostienen los registros. Un deseo que se ha quedado a pesar
de las muchas fantasías en las que ha estado y que he ido
desplazando.
Desplazar es revelar lo desplazado y el lugar de emplazamiento.
En ese proceso de introducción, tanto lo desplazado como el
lugar de emplazamiento emergen, brotan y se pliegan sobre sí
mismos. Como si la consciencia o el espíritu le perteneciera a lo
que se mueve y también a lo que parece no hacerlo.
En días de encierro se encontró el deseo de desplazar con mi
habitar.
El lugar en el que habito no es de mi propiedad. Desde su estatuto
de arriendo hasta su mobiliario me recuerdan que la temporalidad
de la casa es una coincidencia pasajera. Tanto en mi vida como en
la vida de la casa, esta relación es reciente e inhabitada. Y así,
para enterarme de las formas y materialidades de este habitar que
vamos construyendo la casa y yo, el deseo de desplazamiento
emerge con profundo sentido.
La acción de desplazar la casa implica sostenerla, sostener sus
manifestaciones y su experiencia temporal. La casa es un
fenómeno vivo que me pregunta cómo sucede. ¿Cómo suceden los
fenómenos y cómo sucedemos en los fenómenos?
En los fenómenos sucedemos de varias formas, le contesté. Si los
fenómenos no fueran leídos como una línea recta de tiempos
pasados y futuros unívocos sino como un espectro de colores que
se sobreponen y comparten temporalidades, los fenómenos se
expenderían en su propia complejidad. Imponer al tiempo y al
espacio la lógica cartesiana de las líneas rectas puede
impedirnos experimentar las lógicas propias del fenómeno.
Con esta idea entre -o detrás de, o debajo de- los ojos, le pedí a las
demás habitantes de la casa dibujar lo que sucedía dentro de ella,
en un mismo dibujo.
Cada color sería un suceso con el que estuviéramos compartiendo
el tiempo y el espacio.
Durante mi investigación sobre el desplazamiento se atravesó un
fenómeno social que me colocó en la calle. Ocupar con mi
humanidad el espacio público era una necesidad moral y ética. Mi
humanidad ocupó la calle con preguntas sobre la casa, sobre el
desplazamiento, sobre los fenómenos. Ahora sólo se me ocurre
desplazar la casa a la calle y la calle a la casa. Hacer coincidir
lugares que no son míos ni de nadie, sino de sí mismos y de todos.
Lugares que deseo habitar hasta hacerlos habitables.
Una vez me opuse a las lógicas cartesianas de desplazamiento, me
dispuse a encontrar otras coordenadas que permitieran sostener
el fenómeno de la casa.
Encontré el dibujo documental, el sonido y la capacidad sensitiva
de la temperatura. La cadencia con la que se mueven las
partículas al ocupar un espacio eran una propiedad significativa
tanto en mi casa como en la calle. Una sensación intensa en ambos
espacios.
Registré temperaturas en mi casa mientras dibujaba lo que estaba
pasando. Construí un aparato que reprodujese el sonido del lugar
de medición cuando la temperatura fuese la que registré.